El hábito no hace al monje

El hábito no hace al monje

CEO, CFO, COO, CIO, CMO, CTO, CPO, Presidente, General Manager, Consejero Delegado, Co-Founder, KAM, iKAM y muchos más acrónimos, términos, títulos y eufemismos inventados por las escuelas de negocio de carácter marquetiniano que pretenden vender con descaro una imagen de gente con “mucho caché y relumbrón” que ocupa una posición preponderante en una compañía, normalmente con estudios universitarios y con un master o varios y que afortunadamente y en muchos casos, estos términos muestran a un verdadero profesional con mucho talento, capacidades de liderazgo y muchas horas de estudio y trabajo detrás, aunque no siempre es así y, por desgracia, lo que esconden es un verdadero incompetente o un títere sin alma al servicio de un ente superior. Uno o varios de estos acrónimos o “títulos nobiliarios” pulen y abrillantan nuestro ego, nos hacen sentir mejor, más importante, más inteligente, más guapo y poderoso.  Pero ¿más poderoso que qué o que quién? Nos dejamos llevar por las melodías de la fama y nos convertimos en verdaderos seres hipócritas.  

No quiero herir las sensibilidades de nadie y pido disculpas anticipadas por este artículo a aquellos que se sientan ofendidos, pero quiero, necesito ser fiel a mí mismo y expresar lo que siento, lo que siempre he sentido. Ahora que no me encuentro en la vorágine del trabajo, inmerso en las mareas empresariales que me bambolean de un lado para otro sin dejarme pensar si lo que hago es correcto o no, si resuena con mi alma o si me distrae de mi tarea primordial. 

Antes hablaba de eufemismos, aquellos que en el fondo solo significan lo que siempre han sido. Por ejemplo, yo en su día fui KAM (Key Account Manager), pero no nos dejemos hipnotizar por los cantos de sirena. KAM es igual a vendedor; el de toda la vida. Y si me apuras, despachador en la mayoría de los casos. Y, además, ¿por qué Key Account? ¿es que no son todos los clientes importantes desde el más grande hasta el más pequeño? ¿vas a tratarlos de manera diferente según su facturación? Podrás priorizar como se hace en todos los trabajos, pero nunca tratar discriminadamente a los clientes por su facturación u otra característica. Por tanto, desde mi punto de vista, lo de Key Account sobra y si me apuras lo de Manager también. Este caso concreto refleja claramente que muchos de los acrónimos, términos, títulos y eufemismos que utilizamos adolecen, en la mayoría de las veces, de significado real o su significado simplemente no se ajusta a lo que realmente hay detrás del puesto que se ocupa. 

En fin, títulos que supuestamente nos hacen acreedor de algo sublime, algo superior que nos empodera, algo que aparentemente nos diferencia de los demás, pero al final se trata de algo material, superfluo y por ende efímero. No nos podemos llevar el título, sus riquezas asociadas y la buena vida que nos proporciona a la tumba, ¡qué pena! A lo mejor por eso los reyes y faraones del viejo Egipto se lo llevaban todo y lo metían en el sarcófago. Pero, la gran mayoría de sus riquezas han terminado en manos de algún museo o de algún un saqueador de tumbas sin escrúpulos. Bueno, algunos museos también son saqueadores de tumbas, pero lo hacen por el bien de la humanidad, ¿verdad?

Y volviendo al poder y al empoderamiento. Si la mayoría de nosotros supiéramos lo poderoso que es el ser humano sin necesidad de títulos, la historia sería diferente. “Ser humano” es el pasaporte para alcanzar el poder que hay dentro de nosotros y la consciencia es el vehículo para activarlo. Y resulta que la necesidad de conseguir un título material o posición relevante dentro de una organización (mencionados al principio) es, la mayoría de las veces, inversamente proporcional al nivel de consciencia.

La consciencia solo se expande con el conocimiento y el crecimiento espiritual. Cualidades que están siendo dinamitadas por las élites desde hace muchas décadas siguiendo un plan minuciosa y detalladamente planificado. Nos ha guiado como borregos hacia una sociedad consumista y nos han convertido en una comunidad materialista, reduccionista y determinista donde lo espiritual no tiene cabida y no es considerado, siquiera, por la ciencia oficial. En estas lamentables circunstancias, nos han enseñado que para alcanzar el poder y ser mejor que el vecino hay que hacer acopio de más y más acrónimos y títulos y destruir el poder real que reside dentro de nosotros. Si todos fuéramos conscientes de ese poder, no veríamos al prójimo como un competidor al que hay que batir y finalmente destruir.

Ya lo decía Darwin: la competencia es fundamental para la supervivencia de la especie. ¡Qué equivocado estaba! Recordemos que hasta la fecha nadie ha sido capaz de confirmar científicamente la famosa teoría de este señor que es más un dogma que una teoría (aquí recomiendo encarecidamente la lectura de “Humanos por diseño” de Gregg Braden o también “La biología de la creencia” del Dr. Bruce H. Lipton). La supervivencia de la especie solo se puede producir con la cooperación y no con la competencia.

Señores, miren dentro de Uds. y vean el ser poderoso que hay. Revisen también sus creencias inconscientes y se sorprenderán de cómo una sutil programación realizada desde que éramos niños labra nuestro destino y condiciona nuestro presente. Cambien su programación subliminal y cambiarán su futuro. No necesitan títulos ni posiciones relevantes para ser mejor que nadie ni competir con el vecino. Todos somos lo más valioso y poderoso que el ser humano puede ser. Todos somos inmortales y no tenemos necesidad de llevarnos nada a la tumba porque lo mejor y lo más precioso del ser humano es su alma y esa es indestructible y jamás nos abandonará.

Si no queremos que la Humanidad desaparezca en breve, abramos los ojos, abandonemos el materialismo y abracemos una vida espiritual, llena de amor, armonía y cooperación. Engrandezcamos el YO (el Yo unificado, el que se conecta a la Fuente Original) y dejemos atrás el EGO, los acrónimos, títulos, términos y demás eufemismos que al final del día, no sirven para nada.